La disposición final de las llantas usadas ha llegado a representar un problema técnico, económico, ambiental y de salud pública. En efecto, las llantas son difíciles de compactar en un relleno sanitario, haciendo este proceso costoso y presentando
además el
inconveniente
de que ocupan mucho
espacio.
Su almacenamiento en grandes cantidades provoca problemas estéticos y riesgo
de incendios difíciles de extinguir. Su uso como combustible en hornos que no cuentan con la tecnología de control adecuada genera graves problemas de emisiones contaminantes a la atmósfera. Por otro lado, las llantas usadas
almacenadas se
convierten en
un lugar favorable para
la reproducción de diferentes vectores que ponen en riesgo la salud de la población.
La implementación de programas de manejo adecuado de llantas usadas es un aspecto de prioritaria atención en especial por la necesidad de proteger la salud de la población ante el riesgo del continuo rebrote de enfermedades como el dengue, la fiebre amarilla o la encefalitis. Como es sabido, las llantas
usadas son uno de los sitios preferidos para que los zancudos depositen sus larvas, convirtiéndose en una importante vía para su proliferación, lo
cual da como resultado el rebrote de la epidemia del dengue.
Entre las diferentes formas de manejo de las llantas usadas se encuentran su apilamiento, entierro, reuso (reencauchamiento) y reciclaje (en ingeniería civil, regeneración
del
caucho, generación
de energía, producción de
asfalto o fabricación de nuevos
materiales).
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